Imagen publicada el 28 de agosto del 2008 en el periódico “El Universal”.
Sin tocar la puerta llego a ti
quién me mira asombrado
irrumpir sus dorados días
con un torrente fresco
de lluvia matutina
Impávido finges que no estoy
que no soy una tormenta acuosa
que no te despertaron mis luminosos gritos
que no entendiste tu nombre
trazado en el cielo amoratado
Me transformo en maldecido huracán
amenazo con cambiar tus paisajes
hasta que te rindas todo y
te conviertas en vasija para mí
Sólo entonces hallaré la calma
Cuando,
atento y la mirada enloquecida
de pie sobre la banqueta
una tarde como cualquiera
desbordado por mis aguas,
el mundo se detenga un instante
y atraviese tu suéter favorito
para llegar esperada hasta tu piel
que será, inevitablemente,
un puente entre los dos
Los vestigios de lo que antes fuimos
Una promesa atea de resurrección
1 comentario:
"Una promesa atea de resurrección" debe contener más fidelidad y fatalidad. Hermosa paradoja.
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